I PERIODO
(últimas 2 semanas)
ACTIVIDAD 1
(24 de abril)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
Ejercicio lectura crítica textos argumentativos
Asignatura: filosofía
Tema: filosofía presocrática
Docente: Alejandro Delgado
Docente: Alejandro Delgado
En su cuaderno, y con letra legible, copie las preguntas y la solución que se propone para el ejercicio, justifique y explique con argumentos sus respuestas. Por favor tomar fotos a la actividad y enviar a este correo: bapheker@hotmail.com. También pueden enviarlo al whatsapp 3183157139. O si lo prefieren, pueden hacer un documento en formato WORD y enviarlo al correo mencionado. En todos los casos, con el nombre completo y el grado del estudiante.
El ejercicio es INDIVIDUAL, y debe entregarse hasta el día
LOS PRESOCRÁTICOS
La filosofía tuvo su
cuna en Jonia, en la costa de Asia menor. Los filósofos de la era presocrática
los hallamos en Mileto, Éfeso, Clazómenas, Colofón, Samos. Por esto se llama
también a la filosofía presocrática filosofía jónica, lo cual no es
completamente exacto, puesto que también en el sur de Italia y en Sicilia
aparecen nombres celebres. Como tampoco lo es designar a la filosofía de los
presocráticoscomo con frecuencia se hace- como filosofía de la naturaleza
(física); en efecto, si bien la reflexión de estos hombres arrancó de la
naturaleza que los rodeaba, lo que en realidad les interesaba era el ser, su
propia esencia y sus leyes peculiares; se trataba, pues, de metafísica e
incluso de teología, ya que inquiría las ultimas razones que pudieran explicar
el ser y el acontecer. Sin embargo, como dice Aristóteles, no procedían ya como
Homero y Hesíodo, que también “teologizaban”. En efecto, mientras éstos en su
modo de hablar y de pensar se servían de imágenes y concepciones míticas, en
los presocráticos se inicia un pensar “demostrativo”, que no se limita ya a
escuchar relatos, sino que con su propia observación y reflexión crítica trata
de captar algo y al mismo tiempo de razonarlo. Al surgir así con los
presocráticos el pensar conceptual, nacía al mismo tiempo la filosofía de
occidente.
Texto tomado de: Hischberger,
J. Breve historia de la Filosofía. Herder
1. De acuerdo a la idea central del texto
se puede inferir que los presocráticos:
A. Se preguntaban sobre los fenómenos naturales circundantes
B.
Se llaman físicos por su interés en la naturaleza.
C.
Se acercan al mundo de las ideas que de
la exploración de la naturaleza.
D.
Están más cerca de la metafísica que de la teología.
2. En la frase Sin embargo, como dice
Aristóteles, no procedían ya como Homero y Hesíodo, que también “teologizaban”,
la función que cumplen las comillas es:
A.
Resaltar la importancia de la teología para el estudio de los presocráticos.
B. Resaltan que los presocráticos y sus predecesores se parecen a los teólogos.
C.
Resaltar la idea como algo importante en Homero y Hesíodo.
D. Resaltar de forma sarcástica el quehacer teológico.
3. A partir del sentido del texto se puede
inferir que:
A.
Estudiando la PHYSIS (naturaleza), indagaban inquirían por el ser, de ahí que se llamen filósofos de la naturaleza.
B.
Con los presocráticos nace la filosofía en occidente.
C. No se pueden llamar “filósofos de la naturaleza”, ya que su estudio es metafísico.
D.
La filosofía jónica es la misma presocrática.
4. En la frase “En efecto, mientras éstos en su modo de hablar y de pensar se servían de imágenes y concepciones míticas, en los presocráticos se inicia un pensar ”, se puede inferir que:
A. Mientras los presocráticos se preguntaban por la teología, sus predecesores lo hacían por la metafísica.
B. antes de los presocráticos había una visión mítica de la realidad.
C. Homero y Hesíodo poseen una visión teocéntrica de la realidad y los presocráticos más racional
D. La filosofía de los presocraticos es realista y demuestra, y el de sus predecesores esta en los limites míticos.
5. La razón por lo que no es completamente exacto denominar a la filosofía presocrática filosofía jónica es
A. La historia de los presocráticos se remonta a Egipto no a Jonia.
B. La filosofía en lugares como Sicilia ya estaba consolidada.
C. Los presocráticos se enfocaban en la metafísica y la teología.
D. Ya había presocráticos en el sur de Italia.
6. Una de las siguientes afirmaciones hace uso de la nueva visión dada por los presocráticos:
A. En principio eran Gea y Urano quienes se encargaron de poblar a tierra.
B. La tierra es modelada por los movimientos rotatorios del fuego de las entrañas del universo.
C. La litosfera cambia producto de los movimientos tectónicos.
D. La primera partícula en el mundo (la partícula de Dios) da origen a todas las especies.
7. En el anterior texto predomina una estructura:
A. Argumentativa, explica con razones sólidas que los presocráticos no deberían ser denominados filósofos de la naturaleza.
B. Expositiva, donde el eje gira en torno a las características, origen y quehacer filosófico de los presocráticos.
C. Científica, debido al uso de palabras como “teologizaban”, que sonde la ciencia.
D. Narrativa, debido a que se nos relata de manera didáctica el origen de la filosofía.
Responda las preguntas 8 a 10 de acuerdo al siguiente al siguiente texto.
Quizás esto último te resulte un poco difícil de digerir, Sofía. Empiezo de nuevo: Sócrates pensaba que era imposible ser feliz si uno actúa en contra de sus convicciones. Y el que sepa cómo se llega a ser un hombre feliz, intentará serlo. Por ello, quien sabe lo que está bien, también hará el bien, pues ninguna persona querrá ser infeliz, ¿no? ¿Tú qué crees, Sofía? ¿Podrás vivir feliz si constantemente haces cosas que en el fondo sabes que no están bien? Hay muchos que constantemente mienten, y roban, y hablan mal de los demás. ¡De acuerdo! Seguramente saben que eso no está bien, o que no es justo, si prefieres. ¿Pero crees que eso les hace felices? Tomado de: JOSTEIN GAARDER, (1991) EL MUNDO DE SOFÍA, Editorial Ciruela, Oslo.
8. A partir de la lectura coloque en frente de cada enunciado Verdadero (v) o Falso (f) según sea el caso:
A) Para Sócrates el ser humano puede ser feliz sin seguir sus convicciones. ( )
B) Para hacer el bien es necesario conocer qué es lo bueno. ( )
C) La infelicidad es uno de los ideales del ser humano. ( )
D) Todos los seres humanos saben cómo llegar a la infelicidad. ( )
9. El propósito del texto es:
A. Explicar la Felicidad.
B. Razonar sobre cómo llegar a ser felices.
C. Explicar que los seres humanos somos infelices a veces.
D. Evidencia qué nos hace infelices.
10.
Explique con sus propias palabras la siguiente afirmación: “Sócrates pensaba
que era imposible ser feliz si uno actúa en contra de sus convicciones”.
En este vídeo pueden encontrar información que amplía lo estudiado en clases.
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ACTIVIDAD 2
(30 de abril)
(30 de abril)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO LECTURA CRITICA TEXTO NARRATIVO
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
GRADO: 10 B
Luego de leer el cuento de Edgar
Allan Poe, resuelva en su cuaderno lo siguiente:
1. Con
sus palabras relate el cuento. Use la capacidad de síntesis.
2. Realice
un cuadro comparativo donde haga semejanzas y diferencias sobre del método de
tortura que describe el relato, y los métodos de tortura utilizados por la
inquisición en la Edad Media. Investigue sobre la INQUISICÍON MEDIEVAL para
poder realizar este punto.
3. Con las palabras desconocidas del relato escriba un TEXTO DESCRIPTIVO sobre el lugar que
más le gusta, en el que más disfruta su permanencia; sea ingenioso y recursivo
con el lenguaje.
4. Seleccione 20 adjetivos del texto, y en un cuadro escriba al
frente un sinónimo y un antónimo para cada adjetivo
5. Realice un texto argumentativo donde reflexione
críticamente sobre la INQUISICIÓN MEDIEVAL. Explique, opine, contra argumente,
razone y ofrezca su visión personal sobre ese aspecto de la historia.
El trabajo se realiza individualmente,
y se deben enviar las fotos de la solución en el cuaderno al correo: bapheker@hotmail.com.
O si lo prefieren, al whatsapp 3183157139. También pueden realizar un documento en WORD y enviarlo al correo mencionado. En todos los casos, con el nombre completo y el grado del estudiante.
NOTA: para el que desee, al final del cuento puede escuchar el audio libro del cuento.
CUENTO: EL POZO Y EL PENDULO
AUTOR: EDGAR ALLAN POE
Impia tortorum longas
hic turba furores Sanguina
innocui, nao satiata, aluit. Sospite nunc patria,
fracto nunc funeris antro, Mors ubi dira
fuit vita salusque patent.
(Cuarteto compuesto para las puertas de un mercado que ha de ser erigido en el emplazamiento del Club de los Jacobinos en París.)
innocui, nao satiata, aluit. Sospite nunc patria,
fracto nunc funeris antro, Mors ubi dira
fuit vita salusque patent.
(Cuarteto compuesto para las puertas de un mercado que ha de ser erigido en el emplazamiento del Club de los Jacobinos en París.)
Sentía náuseas, náuseas de muerte
después de tan larga agonía; y, cuando por fin me desataron y me permitieron
sentarme, comprendí que mis sentidos me abandonaban. La sentencia, la atroz
sentencia de muerte, fue el último sonido reconocible que registraron mis
oídos. Después, el murmullo de las voces de los inquisidores pareció fundirse
en un soñoliento zumbido indeterminado, que trajo a mi mente la idea
de revolución, tal vez porque imaginativamente lo confundía con el
ronroneo de una rueda de molino. Esto duró muy poco, pues de pronto cesé de
oír. Pero al mismo tiempo pude ver... ¡aunque con qué terrible exageración! Vi
los labios de los jueces togados de negro. Me parecieron blancos... más blancos
que la hoja sobre la cual trazo estas palabras, y finos hasta lo grotesco;
finos por la intensidad de su expresión de firmeza, de inmutable resolución, de
absoluto desprecio hacia la tortura humana. Vi que los decretos de lo que para
mí era el destino brotaban todavía de aquellos labios. Los vi torcerse mientras
pronunciaban una frase letal. Los vi formar las sílabas de mi nombre, y me
estremecí, porque ningún sonido llegaba hasta mí. Y en aquellos momentos de
horror delirante vi también oscilar imperceptible y suavemente las negras
colgaduras que ocultaban los muros de la estancia. Entonces mi visión recayó en
las siete altas bujías de la mesa. Al principio me parecieron símbolos de
caridad, como blancos y esbeltos ángeles que me salvarían; pero entonces,
bruscamente, una espantosa náusea invadió mi espíritu y sentí que todas mis
fibras se estremecían como si hubiera tocado los hilos de una batería
galvánica, mientras las formas angélicas se convertían en hueros espectros de
cabezas llameantes, y comprendí que ninguna ayuda me vendría de ellos. Como una
profunda nota musical penetró en mi fantasía la noción de que la tumba debía
ser el lugar del más dulce descanso. El pensamiento vino poco a poco y
sigiloso, de modo que pasó un tiempo antes de poder apreciarlo plenamente;
pero, en el momento en que mi espíritu llegaba por fin a abrigarlo, las figuras
de los jueces se desvanecieron como por arte de magia, las altas bujías se
hundieron en la nada, mientras sus llamas desaparecían, y me envolvió la más
negra de las tinieblas. Todas mis sensaciones fueron tragadas por el torbellino
de una caída en profundidad, como la del alma en el Hades. Y luego el universo
no fue más que silencio, calma y noche.
Me había desmayado, pero no puedo
afirmar que hubiera perdido completamente la conciencia. No trataré de definir
lo que me quedaba de ella, y menos describirla; pero no la había perdido por
completo. En el más profundo sopor, en el delirio, en el desmayo... ¡hasta la
muerte, hasta la misma tumba!, no todo se pierde. O bien, no existe
la inmortalidad para el hombre. Cuando surgimos del más profundo de los
sopores, rompemos la tela sutil de algún sueño. Y, sin embargo, un poco más
tarde (tan frágil puede haber sido aquella tela) no nos acordamos de haber
soñado. Cuando volvemos a la vida después de un desmayo, pasamos por dos
momentos: primero, el del sentimiento de la existencia mental o espiritual;
segundo, el de la existencia física. Es probable que si al llegar al segundo momento
pudiéramos recordar las impresiones del primero, éstas contendrían multitud de
recuerdos del abismo que se abre más atrás. Y ese abismo, ¿qué es? ¿Cómo, por
lo menos, distinguir sus sombras de la tumba? Pero si las impresiones de lo que
he llamado el primer momento no pueden ser recordadas por un acto de la
voluntad, ¿no se presentan inesperadamente después de un largo intervalo,
mientras nos maravillamos preguntándonos de dónde proceden? Aquel que nunca se
ha desmayado, no descubrirá extraños palacios y caras fantásticamente
familiares en las brasas del carbón; no contemplará, flotando en el aire, las
melancólicas visiones que la mayoría no es capaz de ver; no meditará mientras
respira el perfume de una nueva flor; no sentirá exaltarse su mente ante el
sentido de una cadencia musical que jamás había llamado antes su atención.
Entre frecuentes y reflexivos
esfuerzos para recordar, entre acendradas luchas para apresar algún vestigio de
ese estado de aparente aniquilación en el cual se había hundido mi alma, ha
habido momentos en que he vislumbrado el triunfo; breves, brevísimos períodos
en que pude evocar recuerdos que, a la luz de mi lucidez posterior, sólo podían
referirse a aquel momento de aparente inconsciencia. Esas sombras de recuerdo
me muestran, borrosamente, altas siluetas que me alzaron y me llevaron en
silencio, descendiendo... descendiendo... siempre descendiendo... hasta que un
horrible mareo me oprimió a la sola idea de lo interminable de ese descenso.
También evocan el vago horror que sentía mi corazón, precisamente a causa de la
monstruosa calma que me invadía. Viene luego una sensación de súbita
inmovilidad que invade todas las cosas, como si aquellos que me llevaban
(¡atroz cortejo!) hubieran superado en su descenso los límites de lo ilimitado
y descansaran de la fatiga de su tarea. Después de esto viene a la mente como
un desabrimiento y humedad, y luego, todo es locura -la locura de un
recuerdo que se afana entre cosas prohibidas.
Súbitamente, el movimiento y el
sonido ganaron otra vez mi espíritu: el tumultuoso movimiento de mi corazón y,
en mis oídos, el sonido de su latir. Sucedió una pausa, en la que todo era
confuso. Otra vez sonido, movimiento y tacto -una sensación de hormigueo en
todo mi cuerpo-. Y luego la mera conciencia de existir, sin pensamiento; algo
que duró largo tiempo. De pronto, bruscamente, el pensamiento, un
espanto estremecedor y el esfuerzo más intenso por comprender mi verdadera
situación. A esto sucedió un profundo deseo de recaer en la insensibilidad. Otra
vez un violento revivir del espíritu y un esfuerzo por moverme, hasta
conseguirlo. Y entonces el recuerdo vívido del proceso, los jueces, las
colgaduras negras, la sentencia, la náusea, el desmayo. Y total olvido de lo
que siguió, de todo lo que tiempos posteriores, y un obstinado esfuerzo, me han
permitido vagamente recordar.
Hasta ese momento no había
abierto los ojos. Sentí que yacía de espaldas y que no estaba atado. Alargué la
mano, que cayó pesadamente sobre algo húmedo y duro. La dejé allí algún tiempo,
mientras trataba de imaginarme dónde me hallaba y qué era de mí.
Ansiaba abrir los ojos, pero no me atrevía, porque me espantaba esa primera
mirada a los objetos que me rodeaban. No es que temiera contemplar cosas
horribles, pero me horrorizaba la posibilidad de que no
hubiese nada que ver. Por fin, lleno de atroz angustia mi corazón,
abrí de golpe los ojos, y mis peores suposiciones se confirmaron. Me rodeaba la
tiniebla de una noche eterna. Luché por respirar; lo intenso de aquella
oscuridad parecía oprimirme y sofocarme. La atmósfera era de una intolerable
pesadez. Me quedé inmóvil, esforzándome por razonar. Evoqué el proceso de la
Inquisición, buscando deducir mi verdadera situación a partir de ese punto. La
sentencia había sido pronunciada; tenía la impresión de que desde entonces
había transcurrido largo tiempo. Pero ni siquiera por un momento me consideré
verdaderamente muerto. Semejante suposición, no obstante lo que leemos en los
relatos ficticios, es por completo incompatible con la verdadera existencia.
Pero, ¿dónde y en qué situación me encontraba? Sabía que, por lo regular, los
condenados morían en un auto de fe, y uno de éstos acababa de realizarse la
misma noche de mi proceso. ¿Me habrían devuelto a mi calabozo a la espera del
próximo sacrificio, que no se cumpliría hasta varios meses más tarde? Al punto
vi que era imposible. En aquel momento había una demanda inmediata de víctimas.
Y, además, mi calabozo, como todas las celdas de los condenados en Toledo,
tenía piso de piedra y la luz no había sido completamente suprimida.
Una horrible idea hizo que la
sangre se agolpara a torrentes en mi corazón, y por un breve instante recaí en
la insensibilidad. Cuando me repuse, temblando convulsivamente, me levanté y
tendí desatinadamente los brazos en todas direcciones. No sentí nada, pero no
me atrevía a dar un solo paso, por temor de que me lo impidieran las paredes de
una tumba. Brotaba el sudor por todos mis poros y tenía la frente
empapada de gotas heladas. Pero la agonía de la incertidumbre terminó por volverse
intolerable, y cautelosamente me volví adelante, con los brazos tendidos,
desorbitados los ojos en el deseo de captar el más débil rayo de luz. Anduve
así unos cuantos pasos, pero todo seguía siendo tiniebla y vacío. Respiré con
mayor libertad; por lo menos parecía evidente que mi destino no era el más
espantoso de todos.
Pero entonces, mientras seguía
avanzando cautelosamente, resonaron en mi recuerdo los mil vagos rumores de las
cosas horribles que ocurrían en Toledo. Cosas extrañas se contaban sobre los
calabozos; cosas que yo había tomado por invenciones, pero que no por eso eran
menos extrañas y demasiado horrorosas para ser repetidas, salvo en voz baja.
¿Me dejarían morir de hambre en este subterráneo mundo de tiniebla, o quizá me
aguardaba un destino todavía peor? Demasiado conocía yo el carácter de mis
jueces para dudar de que el resultado sería la muerte, y una muerte mucho más
amarga que la habitual. Todo lo que me preocupaba y me enloquecía era el modo y
la hora de esa muerte.
Mis manos extendidas tocaron, por
fin, un obstáculo sólido. Era un muro, probablemente de piedra, sumamente liso,
viscoso y frío. Me puse a seguirlo, avanzando con toda la desconfianza que
antiguos relatos me habían inspirado. Pero esto no me daba oportunidad de asegurarme
de las dimensiones del calabozo, ya que daría toda la vuelta y retornaría al
lugar de partida sin advertirlo, hasta tal punto era uniforme y lisa la pared.
Busqué, pues, el cuchillo que llevaba conmigo cuando me condujeron a las
cámaras inquisitoriales; había desaparecido, y en lugar de mis ropas tenía
puesto un sayo de burda estameña. Había pensado hundir la hoja en alguna
juntura de la mampostería, a fin de identificar mi punto de partida. Pero, de
todos modos, la dificultad carecía de importancia, aunque en el desorden de mi
mente me pareció insuperable en el primer momento. Arranqué un pedazo del ruedo
del sayo y lo puse bien extendido y en ángulo recto con respecto al muro. Luego
de tentar toda la vuelta de mi celda, no dejaría de encontrar el jirón al
completar el circuito. Tal es lo que, por lo menos, pensé, pues no había
contado con el tamaño del calabozo y con mi debilidad. El suelo era húmedo y
resbaladizo. Avancé, titubeando, un trecho, pero luego trastrabillé y caí. Mi
excesiva fatiga me indujo a permanecer postrado y el sueño no tardó en
dominarme.
Al despertar y extender un brazo
hallé junto a mí un pan y un cántaro de agua. Estaba demasiado exhausto para
reflexionar acerca de esto, pero comí y bebí ávidamente. Poco después reanudé
mi vuelta al calabozo y con mucho trabajo llegué, por fin, al pedazo de
estameña. Hasta el momento de caer al suelo había contado cincuenta y dos
pasos, y al reanudar mi vuelta otros cuarenta y ocho, hasta llegar al trozo de
género. Había, pues, un total de cien pasos. Contando una yarda por cada dos
pasos, calculé que el calabozo tenía un circuito de cincuenta yardas. No
obstante, había encontrado numerosos ángulos de pared, de modo que no podía
hacerme una idea clara de la forma de la cripta, a la que llamo así pues no
podía impedirme pensar que lo era.
Poca finalidad y
menos esperanza tenían estas investigaciones, pero una vaga curiosidad me
impelía a continuarlas. Apartándome de la pared, resolví cruzar el calabozo por
uno de sus diámetros. Avancé al principio con suma precaución, pues aunque el
piso parecía de un material sólido, era peligrosamente resbaladizo a causa del
limo. Cobré ánimo, sin embargo, y terminé caminando con firmeza, esforzándome
por seguir una línea todo lo recta posible. Había avanzado diez o doce pasos en
esta forma cuando el ruedo desgarrado del sayo se me enredó en las piernas.
Trastabillando, caí violentamente de bruces.
En la confusión que siguió a la
caída no reparé en un sorprendente detalle que, pocos segundos más tarde, y
cuando aún yacía boca abajo, reclamó mi atención. Helo aquí: tenía el mentón
apoyado en el piso del calabozo, pero mis labios y la parte superior de mi
cara, que aparentemente debían encontrarse a un nivel inferior al de la
mandíbula, no se apoyaba en nada. Al mismo tiempo me pareció que bañaba mi
frente un vapor viscoso, y el olor característico de los hongos podridos
penetró en mis fosas nasales. Tendí un brazo y me estremecí al descubrir que me
había desplomado exactamente al borde de un pozo circular, cuya profundidad me
era imposible descubrir por el momento. Tanteando en la mampostería que
bordeaba el pozo logré desprender un menudo fragmento y lo tiré al abismo.
Durante largos segundos escuché cómo repercutía al golpear en su descenso las
paredes del pozo; hubo por fin un chapoteo en el agua, al cual sucedieron
sonoros ecos. En ese mismo instante oí un sonido semejante al de abrirse y
cerrarse rápidamente una puerta en lo alto, mientras un débil rayo de luz
cruzaba instantáneamente la tiniebla y volvía a desvanecerse con la misma
precipitación.
Comprendí claramente el destino
que me habían preparado y me felicité de haber escapado a tiempo gracias al
oportuno accidente. Un paso más antes de mi caída y el mundo no hubiera vuelto
a saber de mí. La muerte a la que acababa de escapar tenía justamente las
características que yo había rechazado como fabulosas y antojadizas en los
relatos que circulaban acerca de la Inquisición. Para las víctimas de su
tiranía se reservaban dos especies de muerte: una llena de horrorosos sufrimientos
físicos, y otra acompañada de sufrimientos morales todavía más atroces. Yo
estaba destinado a esta última. Mis largos padecimientos me habían
desequilibrado los nervios, al punto que bastaba el sonido de mi propia voz
para hacerme temblar, y por eso constituía en todo sentido el sujeto ideal para
la clase de torturas que me aguardaban.
Estremeciéndome de pies a cabeza,
me arrastré hasta volver a tocar la pared, resuelto a perecer allí antes que
arriesgarme otra vez a los horrores de los pozos -ya que mi imaginación
concebía ahora más de uno- situados en distintos lugares del calabozo. De haber
tenido otro estado de ánimo, tal vez me hubiera alcanzado el coraje para acabar
de una vez con mis desgracias precipitándome en uno de esos abismos; pero había
llegado a convertirme en el peor de los cobardes. Y tampoco podía olvidar lo
que había leído sobre esos pozos, esto es, que su horrible disposición impedía
que la vida se extinguiera de golpe.
La agitación de mi espíritu me
mantuvo despierto durante largas horas, pero finalmente acabé por adormecerme.
Cuando desperté, otra vez había a mi lado un pan y un cántaro de agua. Me
consumía una sed ardiente y de un solo trago vacié el jarro. El agua debía
contener alguna droga, pues apenas la hube bebido me sentí irresistiblemente
adormilado. Un profundo sueño cayó sobre mí, un sueño como el de la muerte. No
sé, en verdad, cuánto duró, pero cuando volví a abrir los ojos los objetos que
me rodeaban eran visibles. Gracias a un resplandor sulfuroso, cuyo origen me fue
imposible determinar al principio, pude contemplar la extensión y el aspecto de
mi cárcel.
Mucho me había equivocado sobre
su tamaño. El circuito completo de los muros no pasaba de unas veinticinco
yardas. Durante unos minutos, esto me llenó de una vana preocupación. Vana, sí,
pues nada podía tener menos importancia, en las terribles circunstancias que me
rodeaban, que las simples dimensiones del calabozo. Pero mi espíritu se
interesaba extrañamente en nimiedades y me esforcé por descubrir el error que había
podido cometer en mis medidas. Por fin se me reveló la verdad. En la primera
tentativa de exploración había contado cincuenta y dos pasos hasta el momento
en que caí al suelo. Sin duda, en ese instante me encontraba a uno o dos pasos
del jirón de estameña, es decir, que había cumplido casi completamente la
vuelta del calabozo. Al despertar de mi sueño debí emprender el camino en
dirección contraria, es decir, volviendo sobre mis pasos, y así fue cómo supuse
que el circuito medía el doble de su verdadero tamaño. La confusión de mi mente
me impidió reparar entonces que había empezado mi vuelta teniendo la pared a la
izquierda y que la terminé teniéndola a la derecha. También me había engañado
sobre la forma del calabozo. Al tantear las paredes había encontrado numerosos
ángulos, deduciendo así que el lugar presentaba una gran irregularidad. ¡Tan
potente es el efecto de las tinieblas sobre alguien que despierta de la
letargia o del sueño! Los ángulos no eran más que unas ligeras depresiones o
entradas a diferentes intervalos. Mi prisión tenía forma cuadrada. Lo que había
tomado por mampostería resultaba ser hierro o algún otro metal, cuyas enormes
planchas, al unirse y soldarse, ocasionaban las depresiones. La entera
superficie de esta celda metálica aparecía toscamente pintarrajeada con todas
las horrendas y repugnantes imágenes que la sepulcral superstición de los
monjes había sido capaz de concebir. Las figuras de demonios amenazantes, de
esqueletos y otras imágenes todavía más terribles recubrían y desfiguraban los
muros. Reparé en que las siluetas de aquellas monstruosidades estaban bien
delineadas, pero que los colores parecían borrosos y vagos, como si la humedad
de la atmósfera los hubiese afectado. Noté asimismo que el suelo era de piedra.
En el centro se abría el pozo circular de cuyas fauces, abiertas como si
bostezara, acababa de escapar; pero no había ningún otro en el calabozo.
Vi todo esto sin mucho detalle y
con gran trabajo, pues mi situación había cambiado grandemente en el curso de
mi sopor. Yacía ahora de espaldas, completamente estirado, sobre una especie de
bastidor de madera. Estaba firmemente amarrado por una larga banda que parecía
un cíngulo. Pasaba, dando muchas vueltas, por mis miembros y mi cuerpo,
dejándome solamente en libertad la cabeza y el brazo derecho, que con gran
trabajo podía extender hasta los alimentos, colocados en un plato de barro a mi
alcance. Para mayor espanto, vi que se habían llevado el cántaro de agua. Y
digo espanto porque la más intolerable sed me consumía. Por lo visto, la
intención de mis torturadores era estimular esa sed, pues la comida del plato
consistía en carne sumamente condimentada.
Mirando hacia arriba observé el
techo de mi prisión. Tendría unos treinta o cuarenta pies de alto, y su
construcción se asemejaba a la de los muros. En uno de sus paneles aparecía una
extraña figura que se apoderó por completo de mi atención. La pintura
representaba al Tiempo tal como se lo suele figurar, salvo que, en vez de
guadaña, tenía lo que me pareció la pintura de un pesado péndulo, semejante a
los que vemos en los relojes antiguos. Algo, sin embargo, en la apariencia de
aquella imagen me movió a observarla con más detalle. Mientras la miraba
directamente de abajo hacia arriba (pues se encontraba situada exactamente sobre
mí) tuve la impresión de que se movía. Un segundo después esta impresión se
confirmó. La oscilación del péndulo era breve y, naturalmente, lenta. Lo
observé durante un rato con más perplejidad que temor. Cansado, al fin, de
contemplar su monótono movimiento, volví los ojos a los restantes objetos de la
celda.
Un ligero ruido atrajo mi
atención y, mirando hacia el piso, vi cruzar varias enormes ratas. Habían
salido del pozo, que se hallaba al alcance de mi vista sobre la derecha. Aún
entonces, mientras las miraba, siguieron saliendo en cantidades, presurosas y
con ojos famélicos atraídas por el olor de la carne. Me dio mucho trabajo
ahuyentarlas del plato de comida.
Habría pasado una media hora,
quizá una hora entera -pues sólo tenía una noción imperfecta del tiempo-, antes
de volver a fijar los ojos en lo alto. Lo que entonces vi me confundió y me
llenó de asombro. La carrera del péndulo había aumentado, aproximadamente, en
una yarda. Como consecuencia natural, su velocidad era mucho más grande. Pero lo
que me perturbó fue la idea de que el péndulo
había descendido perceptiblemente. Noté ahora -y es inútil agregar
con cuánto horror- que su extremidad inferior estaba constituida por una media
luna de reluciente acero, cuyo largo de punta a punta alcanzaba a un pie.
Aunque afilado como una navaja, el péndulo parecía macizo y pesado, y desde el
filo se iba ensanchando hasta rematar en una ancha y sólida masa. Hallábase
fijo a un pesado vástago de bronce y todo el mecanismo silbaba al
balancearse en el aire.
Ya no me era posible dudar del
destino que me había preparado el ingenio de los monjes para la tortura. Los
agentes de la Inquisición habían advertido mi descubrimiento del pozo. El
pozo, sí, cuyos horrores estaban destinados a un recusante tan obstinado
como yo; el pozo, símbolo típico del infierno, última Thule de los
castigos de la Inquisición, según los rumores que corrían. Por el más casual de
los accidentes había evitado caer en el pozo y bien sabía que la sorpresa, la
brusca precipitación en los tormentos, constituían una parte importante de las
grotescas muertes que tenían lugar en aquellos calabozos. No habiendo caído en
el pozo, el demoniaco plan de mis verdugos no contaba con precipitarme por la
fuerza, y por eso, ya que no quedaba otra alternativa, me esperaba ahora un
final diferente y más apacible. ¡Más apacible! Casi me sonreí en medio del
espanto al pensar en semejante aplicación de la palabra.
¿De qué vale hablar de las
largas, largas horas de un horror más que mortal, durante las cuales conté las
zumbantes oscilaciones del péndulo? Pulgada a pulgada, con un descenso que sólo
podía apreciarse después de intervalos que parecían siglos... más y más íbase
aproximando. Pasaron días -puede ser que hayan pasado muchos días- antes de que
oscilara tan cerca de mí que parecía abanicarme con su acre aliento. El olor
del afilado acero penetraba en mis sentidos... Supliqué, fatigando al cielo con
mis ruegos, para que el péndulo descendiera más velozmente. Me volví loco, me
exasperé e hice todo lo posible por enderezarme y quedar en el camino de la
horrible cimitarra. Y después caí en una repentina calma y me mantuve inmóvil,
sonriendo a aquella brillante muerte como un niño a un bonito juguete.
Siguió otro intervalo de total
insensibilidad. Fue breve, pues al resbalar otra vez en la vida noté que no se
había producido ningún descenso perceptible del péndulo. Podía, sin embargo,
haber durado mucho, pues bien sabía que aquellos demonios estaban al tanto de
mi desmayo y que podían haber detenido el péndulo a su gusto. Al despertarme me
sentí inexpresablemente enfermo y débil, como después de una prolongada
inanición. Aun en la agonía de aquellas horas la naturaleza humana ansiaba
alimento. Con un penoso esfuerzo alargué el brazo izquierdo todo lo que me lo
permitían mis ataduras y me apoderé de una pequeña cantidad que habían dejado
las ratas. Cuando me llevaba una porción a los labios pasó por mi mente un
pensamiento apenas esbozado de alegría... de esperanza. Pero, ¿qué
tenía yo que ver con la esperanza? Era aquél, como digo, un
pensamiento apenas formado; muchos así tiene el hombre que no llegan a
completarse jamás. Sentí que era de alegría, de esperanza; pero sentí al mismo
tiempo que acababa de extinguirse en plena elaboración. Vanamente luché por
alcanzarlo, por recobrarlo. El prolongado sufrimiento había aniquilado casi por
completo mis facultades mentales ordinarias. No era más que un imbécil, un
idiota.
La oscilación del péndulo se
cumplía en ángulo recto con mi cuerpo extendido. Vi que la media luna estaba
orientada de manera de cruzar la zona del corazón. Desgarraría la estameña de
mi sayo..., retornaría para repetir la operación... otra vez..., otra vez... A
pesar de su carrera terriblemente amplia (treinta pies o más) y la sibilante
violencia de su descenso, capazde romper aquellos muros de hierro, todo lo que
haría durante varios minutos sería cortar mi sayo. A esa altura de mis
pensamientos debí de hacer una pausa, pues no me atrevía a prolongar mi
reflexión. Me mantuve en ella, pertinazmente fija la atención, como si al
hacerlo pudiera detener en ese punto el descenso de la hoja de acero.
Me obligué a meditar acerca del sonido que haría la media luna cuando pasara
cortando el género y la especial sensación de estremecimiento que produce en los
nervios el roce de una tela. Pensé en todas estas frivolidades hasta el límite
de mi resistencia.
Bajaba... seguía bajando
suavemente. Sentí un frenético placer en comparar su velocidad lateral con la
del descenso. A la derecha... a la izquierda... hacia los lados, con el aullido
de un espíritu maldito... hacia mi corazón, con el paso sigiloso del tigre.
Sucesivamente reí a carcajadas y clamé, según que una u otra idea me dominara.
Bajaba... ¡Seguro, incansable,
bajaba! Ya pasaba vibrando a tres pulgadas de mi pecho. Luché con violencia,
furiosamente, para soltar mi brazo izquierdo, que sólo estaba libre a partir
del codo. Me era posible llevar la mano desde el plato, puesto a mi lado, hasta
la boca, pero no más allá. De haber roto las ataduras arriba del codo, hubiera
tratado de detener el péndulo. ¡Pero lo mismo hubiera sido pretender atajar un
alud!
Bajaba... ¡Sin cesar,
inevitablemente, bajaba! Luché, jadeando, a cada oscilación. Me encogía
convulsivamente a cada paso del péndulo. Mis ojos seguían su carrera hacia
arriba o abajo, con la ansiedad de la más inexpresable desesperación; mis
párpados se cerraban espasmódicamente a cada descenso, aunque la muerte hubiera
sido para mí un alivio, ¡ah, inefable! Pero cada uno de mis nervios se
estremecía, sin embargo, al pensar que el más pequeño deslizamiento del
mecanismo precipitaría aquel reluciente, afilado eje contra mi pecho. Era
la esperanza la que hacía estremecer mis nervios y contraer mi
cuerpo. Era la esperanza, esa esperanza que triunfa aún en el potro
del suplicio, que susurra al oído de los condenados a muerte hasta en los
calabozos de la Inquisición.
Vi que después de
diez o doce oscilaciones el acero se pondría en contacto con mi ropa, y en el
mismo momento en que hice esa observación invadió mi espíritu toda la
penetrante calma concentrada de la desesperación. Por primera vez en muchas
horas -quizá días- me puse a pensar. Acudió a mi mente la noción de
que la banda o cíngulo que me ataba era de una sola pieza. Mis
ligaduras no estaban constituidas por cuerdas separadas. El primer roce de la
afiladísima media luna sobre cualquier porción de la banda bastaría para
soltarla, y con ayuda de mi mano izquierda podría desatarme del todo. Pero,
¡cuán terrible, en ese caso, la proximidad del acero! ¡Cuán letal el resultado
de la más leve lucha! Y luego, ¿era verosímil que los esbirros del torturador
no hubieran previsto y prevenido esa posibilidad? ¿Cabía pensar que la atadura
cruzara mi pecho en el justo lugar por donde pasaría el péndulo? Temeroso de
descubrir que mi débil y, al parecer, postrera esperanza se frustraba, levanté
la cabeza lo bastante para distinguir con claridad mi pecho. El cíngulo
envolvía mis miembros y mi cuerpo en todas direcciones, salvo en el lugar
por donde pasaría el péndulo.
Apenas había dejado caer hacia
atrás la cabeza cuando relampagueó en mi mente algo que sólo puedo describir
como la informe mitad de aquella idea de liberación a que he aludido
previamente y de la cual sólo una parte flotaba inciertamente en mi mente
cuando llevé la comida a mis ardientes labios. Mas ahora el pensamiento
completo estaba presente, débil, apenas sensato, apenas definido... pero
entero. Inmediatamente, con la nerviosa energía de la desesperación, procedí a
ejecutarlo.
Durante horas y horas, cantidad
de ratas habían pululado en la vecindad inmediata del armazón de madera sobre
el cual me hallaba. Aquellas ratas eran salvajes, audaces, famélicas; sus rojas
pupilas me miraban centelleantes, como si esperaran verme inmóvil para
convertirme en su presa. «¿A qué alimento -pensé- las han acostumbrado en el
pozo?» A pesar de todos mis esfuerzos por impedirlo, ya habían devorado el
contenido del plato, salvo unas pocas sobras. Mi mano se había agitado como un
abanico sobre el plato; pero, a la larga, la regularidad del movimiento le hizo
perder su efecto. En su voracidad, las odiosas bestias me clavaban sus afiladas
garras en los dedos. Tomando los fragmentos de la aceitosa y especiada carne
que quedaba en el plato, froté con ellos mis ataduras allí donde era posible
alcanzarlas, y después, apartando mi mano del suelo, permanecí completamente
inmóvil, conteniendo el aliento.
Los hambrientos animales se
sintieron primeramente aterrados y sorprendidos por el cambio... la cesación de
movimiento. Retrocedieron llenos de alarma, y muchos se refugiaron en el pozo.
Pero esto no duró más que un momento. No en vano había yo contado con su
voracidad. Al observar que seguía sin moverme, una o dos de las mas atrevidas
saltaron al bastidor de madera y olfatearon el cíngulo. Esto fue como la señal
para que todas avanzaran. Salían del pozo, corriendo en renovados
contingentes. Se colgaron de la madera, corriendo por ella y saltaron a
centenares sobre mi cuerpo. El acompasado movimiento del péndulo no las
molestaba para nada. Evitando sus golpes, se precipitaban sobre las untadas
ligaduras. Se apretaban, pululaban sobre mí en cantidades cada vez más grandes.
Se retorcían cerca de mi garganta; sus fríos hocicos buscaban mis labios. Yo me
sentía ahogar bajo su creciente peso; un asco para el cual no existe nombre en
este mundo llenaba mi pecho y helaba con su espesa viscosidad mi corazón. Un
minuto más, sin embargo, y la lucha terminaría. Con toda claridad percibí que
las ataduras se aflojaban. Me di cuenta de que debían de estar rotas en más de
una parte. Pero, con una resolución que excedía lo humano, me
mantuve inmóvil.
No había errado en mis cálculos
ni sufrido tanto en vano. Por fin, sentí que estaba libre. El cíngulo
colgaba en tiras a los lados de mi cuerpo. Pero ya el paso del péndulo alcanzaba
mi pecho. Había dividido la estameña de mi sayo y cortaba ahora la tela de la
camisa. Dos veces más pasó sobre mí, y un agudísimo dolor recorrió mis nervios.
Pero el momento de escapar había llegado. Apenas agité la mano, mis
libertadoras huyeron en tumulto. Con un movimiento regular, cauteloso, y
encogiéndome todo lo posible, me deslicé, lentamente, fuera de mis ligaduras,
más allá del alcance de la cimitarra. Por el momento, al menos, estaba
libre.
Libre... ¡y en las garras de la
Inquisición! Apenas me había apartado de aquel lecho de horror para ponerme de
pie en el piso de piedra, cuando cesó el movimiento de la diabólica máquina, y
la vi subir, movida por una fuerza invisible, hasta desaparecer más allá del
techo. Aquello fue una lección que debí tomar desesperadamente a pecho.
Indudablemente espiaban cada uno de mis movimientos. ¡Libre! Apenas si había
escapado de la muerte bajo la forma de una tortura, para ser entregado a otra
que sería peor aún que la misma muerte. Pensando en eso, paseé nerviosamente
los ojos por las barreras de hierro que me encerraban. Algo insólito, un cambio
que, al principio, no me fue posible apreciar claramente, se había producido en
el calabozo. Durante largos minutos, sumido en una temblorosa y vaga
abstracción me perdí en vanas y deshilvanadas conjeturas. En estos momentos
pude advertir por primera vez el origen de la sulfurosa luz que iluminaba la
celda. Procedía de una fisura de media pulgada de ancho, que rodeaba por
completo el calabozo al pie de las paredes, las cuales parecían -y en realidad
estaban- completamente separadas del piso. A pesar de todos mis esfuerzos, me
fue imposible ver nada a través de la abertura.
Al ponerme otra vez de pie
comprendí de pronto el misterio del cambio que había advertido en la celda. Ya
he dicho que, si bien las siluetas de las imágenes pintadas en los muros eran
suficientemente claras, los colores parecían borrosos e indefinidos. Pero ahora
esos colores habían tomado un brillo intenso y sorprendente, que crecía más y
más y daba a aquellas espectrales y diabólicas imágenes un aspecto que hubiera
quebrantado nervios más resistentes que los míos. Ojos demoniacos, de una
salvaje y aterradora vida, me contemplaban fijamente desde mil direcciones,
donde ninguno había sido antes visible, y brillaban con el cárdeno resplandor
de un fuego que mi imaginación no alcanzaba a concebir como irreal.
¡Irreal...! Al respirar llegó a mis narices el olor característico del vapor que surgía del hierro recalentado... Aquel olor sofocante invadía más y más la celda... Los sangrientos horrores representados en las paredes empezaron a ponerse rojos... Yo jadeaba, tratando de respirar. Ya no me cabía duda sobre la intención de mis torturadores. ¡Ah, los más implacables, los más demoniacos entre los hombres! Corrí hacia el centro de la celda, alejándome del metal ardiente. Al encarar en mi pensamiento la horrible destrucción que me aguardaba, la idea de la frescura del pozo invadió mi alma como un bálsamo. Corrí hasta su borde mortal. Esforzándome, miré hacia abajo. El resplandor del ardiente techo iluminaba sus más recónditos huecos. Y, sin embargo, durante un horrible instante, mi espíritu se negó a comprender el sentido de lo que veía. Pero, al fin, ese sentido se abrió paso, avanzó poco a poco hasta mi alma, hasta arder y consumirse en mi estremecida razón. ¡Oh, poder expresarlo! ¡Oh espanto! ¡Todo... todo menos eso! Con un alarido, salté hacia atrás y hundí mi cara en las manos, sollozando amargamente.
¡Irreal...! Al respirar llegó a mis narices el olor característico del vapor que surgía del hierro recalentado... Aquel olor sofocante invadía más y más la celda... Los sangrientos horrores representados en las paredes empezaron a ponerse rojos... Yo jadeaba, tratando de respirar. Ya no me cabía duda sobre la intención de mis torturadores. ¡Ah, los más implacables, los más demoniacos entre los hombres! Corrí hacia el centro de la celda, alejándome del metal ardiente. Al encarar en mi pensamiento la horrible destrucción que me aguardaba, la idea de la frescura del pozo invadió mi alma como un bálsamo. Corrí hasta su borde mortal. Esforzándome, miré hacia abajo. El resplandor del ardiente techo iluminaba sus más recónditos huecos. Y, sin embargo, durante un horrible instante, mi espíritu se negó a comprender el sentido de lo que veía. Pero, al fin, ese sentido se abrió paso, avanzó poco a poco hasta mi alma, hasta arder y consumirse en mi estremecida razón. ¡Oh, poder expresarlo! ¡Oh espanto! ¡Todo... todo menos eso! Con un alarido, salté hacia atrás y hundí mi cara en las manos, sollozando amargamente.
El calor crecía rápidamente, y
una vez más miré a lo alto, temblando como en un ataque de calentura. Un
segundo cambio acababa de producirse en la celda..., y esta vez el cambio tenía
que ver con la forma. Al igual que antes, fue inútil que me esforzara
por apreciar o entender inmediatamente lo que estaba ocurriendo. Pero mis dudas
no duraron mucho. La venganza de la Inquisición se aceleraba después de mi
doble escapatoria, y ya no habría más pérdida de tiempo por parte del Rey de
los Espantos. Hasta entonces mi celda había sido cuadrada. De pronto vi que dos
de sus ángulos de hierro se habían vuelto agudos, y los otros dos, por
consiguiente, obtusos. La horrible diferencia se acentuaba rápidamente, con un
resonar profundo y quejumbroso. En un instante el calabozo cambió su forma por
la de un rombo. Pero el cambio no se detuvo allí, y yo no esperaba ni deseaba
que se detuviera. Podría haber pegado mi pecho a las rojas paredes, como si
fueran vestiduras de eterna paz. «¡La muerte!» -clamé-. «¡Cualquier muerte,
menos la del pozo!» ¡Insensato! ¿Acaso no era evidente que aquellos hierros al
rojo tenían por objeto precipitarme en el pozo? ¿Podría acaso
resistir su fuego? Y si lo resistiera, ¿cómo oponerme a su presión? El rombo se
iba achatando más y más, con una rapidez que no me dejaba tiempo para mirar. Su
centro y, por tanto, su diámetro mayor llegaba ya sobre el abierto abismo. Me
eché hacia atrás, pero las movientes paredes me obligaban irresistiblemente a
avanzar. Por fin no hubo ya en el piso del calabozo ni una pulgada de asidero
para mi chamuscado y convulso cuerpo. Cesé de luchar, pero la agonía de mi alma
se expresó en un agudo, prolongado alarido final de desesperación. Sentí que me
tambaleaba al borde del pozo... Desvié la mirada...
¡Y oí un discordante clamoreo de
voces humanas! ¡Resonó poderoso un toque de trompetas! ¡Escuché un áspero
chirriar semejante al de mil truenos! ¡Las terribles paredes retrocedieron! Una
mano tendida sujetó mi brazo en el instante en que, desmayado, me precipitaba
al abismo. Era la del general Lasalle. El ejército francés acababa de entrar en
Toledo. La Inquisición estaba en poder de sus enemigos.
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II PERIODO
SEMANA 1 (Mayo 4-8)
ACTIVIDAD 1
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
DEDUCCIÓN CONCEPTUAL FILOSOFÍA CLÁSICA (SÓCRATES)
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Leer el documento y el vídeo de los siguientes enlaces y formular preguntas y/o comentarios, que pueden escribirlos en en cuaderno de filosofía, para luego socializar en la video-clase, la cual se programará en los grupos de whatsapp.
Aquí pueden acceder al documento:
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ACTIVIDAD 2
SEMANA 3 (Mayo 18-22)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO TEXTOS ARGUMENTATIVOS FILOSOFÍA CLÁSICA (SÓCRATES)
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
El trabajo se realiza individualmente, y se deben enviar las fotos de la solución en el cuaderno al este correo:bapheker@hotmail.com.También pueden realizar un documento en WORD y enviarlo al correo mencionado. En todos los casos, con el nombre completo y el grado del estudiante.
Para la segunda actividad de filosofía, hay que leer un texto sobre el pensamiento de Sócrates, relativo a la ironía, la Mayéutica y el intelectualismo moral; posteriormente, se deben responder 4 preguntas de interpretación y argumentación.
Descargar la actividad en el siguiente link (PDF):
Descargar la actividad en el siguiente link (WORD):
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ACTIVIDAD 3
SEMANA 4 (Mayo 26 -29)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE PENSAMIENTO FILOSOFÍA CLÁSICA (SÓCRATES)
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
El trabajo se realiza individualmente, y se deben enviar las fotos de la solución en el cuaderno al este correo: bapheker@hotmail.com También pueden realizar un documento en WORD y enviarlo al correo mencionado. En todos los casos, con el nombre completo y el grado del estudiante.
Para la tercera actividad de filosofía, hay que leer un texto sobre el pensamiento de Sócrates, relativo al intelectualismo moral; posteriormente, hay que responder a unas preguntas tipo Icfes, y a unos cuestionarios de ejercitación argumentativa.
Descargar la actividad en el siguiente link (PDF):
Descargar la actividad en el siguiente link (WORD):
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ACTIVIDAD 4
SEMANA 6 (8-12 junio)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE LECTURA CRÍTICA (SÓCRATES)
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un examen de lectura critica que se llevará a cabo el día 9 de Junio por medio de la plataforma GOOGLE DRIVE, mediante un formulario online de este espacio web.
En el siguiente enlace pueden realizar el examen:
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ACTIVIDAD 5
SEMANA 7-8 (16-26 junio)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE LECTURA CRÍTICA TEXTOS NARRATIVOS LOVECRAFT
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un ejercicio de lectura critica con textos narrativos, específicamente con un cuento del escritor de USA Lovecraft, titulado "LOS OTROS DIOSES". El texto se sube a GOOGLE DRIVE en formatos pdf y word
En el siguiente enlace pueden mirar y descargar el ejercicio en WORD:
En el siguiente enlace pueden mirar y descargar el ejercicio en PDF:
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ACTIVIDAD 6
SEMANA 11 (13-17 julio)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE LECTURA CRÍTICA TEXTOS EXPOSITIVO
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un ejercicio de lectura critica con textos expositivo, específicamente de un artículo de Héctor Abad Faciolince, que trata sobre los signos de puntuación. El texto se sube a GOOGLE DRIVE en formatos pdf y word, asi como al formulario de la misma plataforma para poder realizarlo online. El ejercicio es tipo SABER 11, con un texto que lleva unas preguntas con única opción de respuesta.
En este link pueden acceder para realizar el ejercicio:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 1
SEMANA 1 (24-28 Agosto)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
VIDEO CLASE FILOSOFIA CLÁSICA
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Se llevará a cabo una clase sobre el filósofo griego Platón, como primera temática para el tercer periodo. La vídeo clase se llevará a cabo mediante la plataforma meet, el día jueves 27 de agosto a las 10 de la mañana. Se realizará en conjunto con los tres décimos, para que haya una mayor dinámica e interacción.
En el siguiente enlace pueden encontrar las diapositivas y el vídeo que que proyectará en la clase:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 2
SEMANA 2 (31 Agosto - Septiembre 4)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
FILOSOFÍA CLÁSICA
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Se llevará a cabo un taller sobre el filósofo griego Platón, como primera temática para el tercer periodo. Es un ejercicio de comprensión y aplicación lectora, donde se pondrán en juego las competencias básicas de lectura y escritura. Se dispondrá de dos formatos para que descarguen o lean la guía-taller, tal como se muestra a continuación.
En este enlace pueden descargar la guía en formato WORD:
En este enlace pueden descargar la guía en formato PDF:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 3
SEMANA 6 ( Septiembre 21-25)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
FILOSOFÍA CLÁSICA
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Se llevará a cabo un taller sobre la antropología del filósofo griego Platón. Es un ejercicio de comprensión y aplicación lectora, donde se pondrán en juego las competencias básicas de lectura y escritura. Se dispondrá de dos formatos para que descarguen o lean la guía-taller, tal como se muestra a continuación.
En este enlace pueden descargar la guía en formato WORD:
En este enlace pueden descargar la guía en formato PDF:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 4
SEMANA 6 ( Septiembre 21-25)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
FILOSOFÍA CLÁSICA
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Se llevará a cabo una video clase por la plataforma MEET EL DIA 22 DE SEPTIEMBRE con los tres décimos sobre EL MITO DE LA CAVERNA de Platón; se trata de una elucidación cobre la epistemología y ontología platónicas a la luz de la célebre alegoría de la caverna; por medio de elementos metafóricos, se propone una didáctica que permita la aprehensión de conceptos dualistas de la filosofía platónica.
En el siguiente enlace pueden encontrar las diapositivas y el vídeo que se utilizará en la video clase:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 5
SEMANA 7 (Septiembre 28 - Octubre 3)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE LECTURA CRÍTICA TEXTOS ARGUMENTATIVOS
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un ejercicio de lectura critica con textos argumentativos, específicamente de la filosofía de Platón, que trata sobre su ontología y antropología. El texto se sube a GOOGLE DRIVE en formatos pdf y word, así como al formulario de la misma plataforma para poder realizarlo online. El ejercicio es tipo SABER 11, con un texto que lleva unas preguntas con única opción de respuesta.
En este link pueden acceder para realizar el ejercicio:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 6
SEMANA 9 (Octubre 13-16)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE LECTURA CRÍTICA ENSAYO - MITO DE LA CAVERNA
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un ejercicio de lectura critica con textos argumentativos, específicamente un ensayo sobre el Mito de la Caverna de Platón. Vía Whatsapp se enviará un video, se abre un espacio para preguntas, y posteriormente se deja la realización de un ensayo a partir de lo siguiente:
* Escribir un ensayo de mínimo tres páginas donde de forma implícita, responda y reflexione sobre los siguientes interrogantes:
1. ¿En la actualidad quiénes se puede decir que son los prisioneros de la caverna? Haga una aplicación de esta idea de platón y reflexione sobre eso, poniendo ejemplos y argumentando de forma sólida.
2. Según el vídeo ¿Cuál es el verdadero conocimiento y por qué? Reflexiones, ponga ejemplos y argumente.
3. ¿Por qué los prisioneros no creen la realidad que cuenta el compañero que salió de la caverna? ¿Cómo podemos aplicar esto a nuestra realidad? Reflexione y argumente
Tenga en cuenta que estas preguntas son guías para que usted escriba su ensayo, así que con total libertad las puede adecuar a sus propias ideas sobre Platón y su teoría.
En este link pueden acceder para ver el vídeo:
Vídeo El mito de la Caverna
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 7
SEMANA 10 (Octubre 19-23)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
EJERCICIO DE LECTURA CRÍTICA TEXTOS NARRATIVOS
TEMA: TEXTOS NARRATIVOS ICFES
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un ejercicio de lectura critica con textos narrativos, específicamente una carta de FERNANDO GONZÁLEZ, . El texto se sube a GOOGLE DRIVE en formatos pdf y word, así como al formulario de la misma plataforma para poder realizarlo online. El ejercicio es tipo SABER 11, con un texto que lleva unas preguntas con única opción de respuesta.
En este link pueden acceder para realizar el ejercicio:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 8
SEMANA 11 ( Octubre 26-30)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
FILOSOFÍA CLÁSICA
TEMA: FILOSOFÍA DE PLATÓN
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
Esta actividad consiste en un ejercicio de lectura critica con textos argumentativos, específicamente de la filosofía de Platón, que trata sobre generalidades de su filosofía. El texto se sube a GOOGLE DRIVE en formatos word.
En este link pueden acceder para realizar el ejercicio:
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III PERÍODO
ACTIVIDAD 10
ACTIVIDADES ESPECIALES DE SUPERACIÓN (AES)
SEMANA 12 (Noviembre 9-13)
INSTITUCIÓN EDUCATIVA VILLA SANTANA
ACTIVIDADES ESPECIALES DE SUPERACIÓN
TEMA: AES
ASIGNATURA: FILOSOFÍA
DOCENTE: ALEJANDRO DELGADO
De acuerdo al estudio y análisis de los casos para AES, se estipularon las actividades según los períodos que tienen falencias; en total hay 12 estudiantes de este gado que deben presentar AES, y tanto los criterios como los talleres se disponen en las guías presentadas a continuación. Paralelo a los talleres que han venido presentando, deben realizar un examen justificado, con la respectiva sustentación , que se hará por llamada telefónica o por audios de whatsapp.
En este link pueden descargar el examen:
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